Historia de la Tierra: la pasión del geólogo (Parte II)

¿Por qué suelen ser apasionantes las rocas?

Caracol fosilizado
Quizá algunos piensen que las rocas, los minerales y los fósiles no constituyen temas tan apasionantes como los cohetes, los viajes espaciales y otras maravillas científicas modernas. Sin embargo, la persona que sabe algo sobre esas maravillas no puede ignorar que una de las cosas que más preocupan a los hombres de ciencia es lo referente a los materiales que se usarán para fabricar los nuevos inventos, que deben soportar temperaturas elevadísimas, y que esas materias primas forzosamente tienen que provenir de la tierra y de las rocas. Aunque se trata, pues, de aficiones diferentes, son perfectamente compatibles y no estorbará al interesado en cohetes y viajes espaciales el coleccionar piedras y minerales, como afición que ha de proporcionarle muy gratas emociones.


La geología es la ciencia o estudio de la Tierra. La Sección "Historia de la Tierra", donde se encuentra este artículo, apenas expone una pequeña parte de lo que se sabe sobre nuestro planeta. Para conocer algo sobre nuestro planeta. Para conocer algo más sobre sus misteriosos orígenes, se debe recurrir a la "Historia de los cielos" y, para un relato de su vida ulterior y de lo que se conoce acerca de los fósiles animales y plantas de otros tiempos, que han dejado sus huellas en las rocas, se debe leer el "Archivo de las rocas". Por otro lado, no hay que olvidar que las rocas son combinaciones de minerales. Desde luego, deben presentarse en su estado natural, o el día menos pensado ¡se llamaría roca al hormigón! A veces las rocas están formadas por un solo mineral, pero usualmente son varios sus componentes, y en proporciones que varían según el tipo de aquéllas. Un mineral es un elemento químico que se presenta en la naturaleza. Algunos minerales, tales como el oro y el azufre, constan de un solo elemento, es decir, que no pueden ser desintegrados y seguir siendo oro o azufre. En cambio, los minerales que constituyen las rocas son generalmente compuestos y están formados de dos o más elementos simples. Tales son el cuarzo, la mica, la calcita y la hornablenda, por no citar más que unos cuantos de los más comunes.

Hornablenda
Lo que se va a coleccionar depende de la región donde el coleccionista viva. Algunos parajes son ricos en minerales; otros en fósiles, y otros, en fin, ofrecen poco de unos y otros. Pero rocas hay en casi todas partes, aunque se limiten a las arenas o los guijarros de la playa, que son rocas en formación, o a cualquier otro material procedente de la cantera más próxima.

¿Qué hay bajo nuestros pies?

Un buen sistema de iniciar una colección es descubrir lo que ofrece el perímetro de acción y aplicarse a reunir las mejores muestras de cada roca, mineral o fósil, procurando al mismo tiempo aprender lo más posible sobre su historia. Si alguien de la zona posee fragmentos de rocas interesantes, quizá pueda indicar dónde conseguir más; si no, tal vez la escuela o la biblioteca locales puedan orientar al coleccionista. Actualmente, existen en el mundo centenares de clubes de coleccionistas de rocas, donde los aficionados se reúnen para cambiar impresiones y permutar hallazgos.

Si no se conoce club alguno de ese género, puede fundarse entre amigos aficionados. La diversión será mayor y los progresos mucho más rápidos si otras personas comparten la misma inclinación; e, incluso, con un sistema de cooperación podrá adquirirse para el grupo el equipo necesario para pulir piedras y tallar gemas, o un microscopio polarizador y hasta, quizá, un contador Geiger (medidor de radioactividad).

El secreto mensaje de las piedras

Todo aquel que aprenda a hacerlo, encontrará que la cuidadosa observación de las aves en los árboles, de los insectos en el prado, o de las piedras y las guijas (piedra pelada y chica que se encuentra en las orillas de los ríos, arroyos y lagos) en la tierra, es fuente de útiles conocimientos. Todo tiene en la naturaleza algo que decir, si se sabe interpretar su lenguaje.

Diferentes tipos de guijas
Así opinaba Charles Lyell durante su infancia, y así siguió opinando hasta su muerte. No hubo día en que no anhelara averiguar alguna cosa nueva sobre las aves, los insectos, las montañas, las costas y los valles. Siendo aún muy niño, tuvo que abandonar el colegio por causa de enfermedad, y durante su larga convalecencia comenzó a observar minuciosamente el mundo que lo rodeaba y a anotar en su mente todo cuanto significara algo nuevo o curioso para su limitado tesoro de conocimientos. La biblioteca de su padre contaba con buenos libros, hermosamente ilustrados con mariposas y millares de insectos de todas clases, y, cuando Charles salía de paseo al campo, buscaba afanosamente por todos lados, tratando de encontrar algún insecto, semejante a los que había visto reproducidos en los libros paternos.

A menudo llegaba a casa con alguna mosquita o escarabajo, cuyo nombre ignoraba; se sentaba ante los libros a examinar lámina por lámina hasta encontrar la ilustración del insecto capturado; colocaba entonces el ejemplar en una caja cubierta con vidrio y lo clasificaba con su nombre científico.

A pesar de que Charles nació en Escocia (1797), pasó su niñez en Inglaterra meridional, donde, gracias a la bonanza del clima, podía pasar a la intemperie buena parte del tiempo de sus días de asueto. Al igual que otros niños de su edad, asistía a la escuela, hacía travesuras a los maestros, reñía con sus compañeros y atendía a sus estudios con normalidad.

Cuando Lyell comenzó a leer lo que las rocas dicen

Charles Lyell
Algo más tarde, cuando Lyell se encontraba estudiando en Oxford, comenzó a interesarse por las rocas y la formación de la Tierra, con entusiasmo mayor al que anteriormente había mostrado por los insectos; lo fascinaba la indescifrada historia escrita en las rocas. Se ignoraba entonces cuántos millones de años había existido la Tierra, y los científicos no estaban aún ciertos de lo que eran los fósiles, extraños restos de monstruos, insectos y especies marinas que se encontraban en el corazón mismo de las rocas. Ahora se sabe perfectamente que hace largos siglos los fósiles fueron seres vivientes que murieron, quedando sus cuerpos aprisionados en el lodo y el limo. Este fenómeno se producía a menudo en el fondo del mar, saliendo siglos más tarde el lodo a la superficie convertido en roca. Cuando Lyell era joven, los hombres de ciencia habían comenzado a sospechar que en esas rocas estaba probablemente escrita la historia de la Tierra; pero aún no sabían cómo leerla. Fue el joven geólogo Lyell quien hizo posible la lectura.

No pudo dedicarse inmediatamente a la geología, porque su padre pretendía que estudiara leyes; pero nunca abandonó sus aficiones. Cuando salió de la universidad, viajó por Europa haciendo estudios y tomando notas sobre las formaciones rocosas en los distintos países que visitó. Desde entonces estableció relaciones con muchos hombres de ciencia a quienes atraía la geología.

Fósil descubierto en China

El libro que dio fama a Lyell

Quizá Lyell no hubiera llegado nunca a ser geólogo de fama si hubiese podido continuar siendo abogado; pero enfermó de la vista y estuvo obligado a suspender temporalmente sus actividades profesionales. Posteriormente pudo hacer numerosos viajes, contemplando rocas, ríos, pantanos y montes, y tratando de averiguar su historia.

Cuando Charles Lyell tenía treinta años pasaba dieciocho horas diarias coleccionando fósiles y clasificándolos; frecuentemente estudiaba colecciones ajenas de la mañana a la noche; se hizo sabio porque trabajaba con ahínco, y trabajaba así porque amaba su trabajo.

Un año más tarde dejó por completo la abogacía y comenzó a escribir la obra que le dio fama: Principios de geología, en la que, tras de probar que las rocas se han formado a través de los siglos y con los fósiles en ellas aprisionados, demostró que lo mismo sigue pasando: que ciertas costas se siguen elevando, mientras que otras se hunden lentamente en el mar. Con esas ideas dio Lyell un gran paso adelante en sus esfuerzos por descifrar el pasado de la Tierra.

A partir de la publicación de su libro, Lyell consagró por entero su vida a la ciencia, ayudado eficientemente por su esposa María. Durante cuarenta y un años estudiaron juntos, viajando extensamente para observar diferentes formaciones rocosas y distintas clases de fósiles. Lyell visitó a América tres veces, para comprobar la rápida erosión que provocan las cataratas del Niágara y cómo el río Mississippi va construyendo año por año nuevas tierras a lo largo de su desembocadura.

Por su obra La antigüedad del hombre recibió medallas, títulos y honores, algunos de los cuales tuvo que rehusar, como el de su asiento en el Parlamento.

Aunque durante los últimos diez años de su vida ya había perdido casi completamente la vista, no por ello decreció su entusiasmo, y continuó trabajando en diversos aspectos de la geología. Ayudó a Darwin a publicar su famoso libro Sobre el origen de las especies, aceptando muchos de los conceptos en él contenidos, aunque fueran contrarios a ideas profundamente arraigadas en él, actitud que Darwin calificó de "heroica". Charles Lyell murió en 1875, siendo considerado como el geólogo más grande de su siglo. Sus restos fueron sepultados en la Abadía de Westminster, en Londres.

¡Éxito para todos!

Existen excelentes manuales relativos a rocas y minerales, que ilustran sobre el arte de coleccionar, identificar y rotular muestras. Los manuales sobre geología local suelen ser raros; pero algunos museos publican interesantes folletos y hay países donde oficinas de investigación geológica prestan su colaboración a las escuelas, a los clubes y a los jóvenes aficionados.

¡Éxito para todos!